Los argentinos están convencidos de que la riqueza es lo que existe, nunca lo que se crea. Riqueza es el stock, no el flujo, es un concepto estático, no dinámico. La cantidad de riqueza en el mundo siempre es la misma, la pelea pasa por la distribución, quién se queda con el pedazo más grande. Para que alguien gane alguien tiene que perder. Los pobres son pobres porque los ricos son ricos. Las venas abiertas, la teoría de la dependencia y los términos de intercambio injustos.
Por eso, a pesar de la evidencia en contrario, de la explosión de villas miserias y de la legión de zaparrastrosos que viven de la basura, siguen repitiendo como loros aquello de que la Argentina es un país rico. Siguen hablando de “todos los climas”, de los recursos naturales, del dulce de leche, de las chicas más lindas, de la avenida más ancha y de la más larga del mundo y demás cuentos de hadas para adultos, a pesar de que desde hace varios años dejó de ser el país de ingresos medios que había sido casi toda la vida para convertirse en uno de ingresos bajos.
Por eso es que viven convencidos de que los otros países, especialmente los de mayores ingresos, los envidian envenenadamente y viven elucubrando complots para quedarse con sus riquezas.
¿Qué puede hacer un país “periférico”, pequeño, peludo y suave como Argentina ante semejante agresión, tamaño saqueo?
No queda otra que darle la espalda al mundo, del que sólo cabe esperar ataques arteros, aislarse lo más posible, buscar la autarquía, vivir con lo nuestro, trabajar para el mercado interno, especializarse en la contemplación del ombligo, en la irrelevancia, en seguir distribuyendo miseria.
Hace falta declarar de interés público, estratégicas, determinantes de la soberanía nacional, a todas las áreas que remotamente puedan ser codiciadas por potencias extranjeras: la tierra, el agua, las chicas, las vacas, los chanchos, las mulas, los burros, las llamas, los guanacos, la tecnología, los calditos Knorr (de carne y pollo), las telecomunicaciones, Internet, los caminos, los medicamentos (con y sin receta), los alimentos, el aire, los diarios y revistas, el cine, la televisión, la radio, la investigación y el desarrollo, la educación, el espacio aéreo, el mar territorial, los ríos y lagos internos y todo lo que se les pueda ocurrir. Antes de que sea demasiado tarde.
Porque, al final de cuentas, la plata va y viene, lo que queda es la dignidad.
(excelente , choreado de aca )
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