La vitalidad de la democracia colombiana se manifestó en la elección de Juan Manuel Santos, el ejecutor de la lucha contra las FARC desde el Ministerio de Defensa. Pero, sobre todo, la fuerza de las instituciones se expresó en la prohibición de que Uribe se presentara a una segunda reelección. No es que no lo haya intentado, sino que la Constitución y los jueces se lo impidieron. Las leyes prevalecieron sobre los hombres, incluso el más poderoso. Algo bien distinto ocurrió en otros estados latinoamericanos, cuyos presidentes cambiaron no sólo la constitución para ser reelectos sino el mismo nombre de sus países, una práctica habitual en África subsahariana pero nunca antes vista en América Latina. Conviene no minimizar este hecho como si fuera anecdótico: ¿alguien se imagina pasar a vivir en un país llamado República Sanmartiniana de Argentina o Estado Plurinacional Argentino? Porque venezolanos y bolivianos no tienen que imaginárselo
© Andres Malamud
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