Buenos Aires, 18/3/1976
Carta abierta, "Llamado a la reflexión" (*)
La destrucción profunda del ordenamiento económico junto con otras causas políticas y morales nos han arrastrado ya a la etapa del las grandes perturbaciones sociales y de los sacudimientos políticos. Los propios ministros del gobierno y los líderes de la caduca e irresponsable oposición hablan ya abiertamente del golpe de Estado. Frívolos intereses mundanos y materiales los alientan.
Nada sería más contrario a los intereses del país que precipitar en estos momentos un golpe. Las fuerzas armadas supieron retirarse en mayo de 1973 de la escena política y no deberían volver a ella sino cuando esté realmente en peligro la supervivencia misma de la libertad. Constituyen la última reserva y no deben ser arriesgadas bajo estas condiciones.
Entregaron el poder a los líderes políticos, incluyendo entre éstos a los dirigentes sindicales y empresarios que actúan en función política, y fueron esos líderes quienes crearon el caos actual. Por lo tanto, son los únicos responsables, los verdaderos y exclusivos culpables de esta gran frustración argentina. Y a ellos incumbe enfrentar las consecuencias y resolver, si pueden, el drama en que han sumido al país.
En los próximos 90 días asistiremos a una vertiginosa alza de precios y a una grave escasez de productos, que han comenzado a manifestarse; al cierre de muchas fuentes de trabajo y al comienzo de la desocupación masiva.
¿Por qué habría un golpe de estado liberar a los dirigentes políticos de su culpabilidad?
¿Por qué transformarlos en mártires incomprendidos de la democracia precisamente en momentos en que se verán obligados a proclamar su gran fracaso?
Dirigentes peronistas y radicales, con abrazos y elogios recíprocos, acaban de ratificar su alianza de la Hora del Pueblo que condujo al país al caos. Hay que permitirles -más hay que exigirles- que gobiernen juntos y resuelvan el problema. Dentro de tres meses el país entero estará clamando para que se vayan, pero no como perseguidos sino como culpables.
No necesitamos un golpe de estado.
La opinión de los técnicos y economistas de gabinete interesados en el golpe no debe inducir a nadie a precipitarse. Tres meses en la vida de un país no significan nada, pero estos próximos servirán para probar el definitivo fracaso de un régimen socio-económico de más de 30 años que ya no se sostiene y cuyo salvataje por ninguna razón debería facilitarse.
Muchos de quienes alimentan hoy el golpe, se congratularon haciendo la V de la victoria el día de las elecciones en que triunfó Perón y pronto volverían a cambiar de frente criticando el golpe. Otros, ingenuamente, creerán que éste les resolverá sus problemas personales cuando lo único que puede prometer es sangre, sudor y lágrimas. El mismo público que hoy protesta unánimemente por el actual estado de cosas, comenzará a vilipendiar a los militares, alentado por los políticos, a quienes habrá salvado in extremis causa.
No hay que caer en la trampa. Hay que saber esperar.
NO. NO ADIVINARON.
ESTO LO ESCRIBIO ALVARO ALSOGARAY.
viernes, 2 de abril de 2010
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