jueves, 1 de octubre de 2009

Hijo de Tato tenia que ser

NOTA DE HOY EN CLARIN
(Por Alejandro Borensztein)

"Si lo mejor que nos dejó el menemismo fue el Tango 01, lo mejor del kirchnerismo son los viajes. ¿Metáfora de una inconfesable continuidad perpetuadora? No lo sé.

Estamos a bordo, listos para iniciar el tradicional viaje anual a la Asamblea de la UN en Nueva York. La delegación es un poco amarga. Taiana, Díaz Bancalari, Basteiro, Agustín Rossi y dos tipos que nadie entiende para qué los llevamos: el gobernador de Chaco, Capitanich y el de Formosa, Gildo Insfran (si en español ya es un nombre complicado, no quiero ni pensar lo difícil que va a ser presentarlo en inglés).
Aparece saludando la Compañera Jefa. Agustín Rossi no la ve porque está distraído haciendo la Claringrilla. Ella le tira el diario a la mierda. Ya empezamos mal. Atrás van los chupamedias, los garroneros de siempre y, entre los invitados, tres religiosos judíos.
Me toca al lado del Compañero Taiana. Demasiado serio. ¿Sabrá contar chistes? Saca un libro y se pone a leer: "Consecuencias de la transformación social escandinava en el siglo XVIII". Mamita. Mejor me clavo un Valium 10.
 Día 1. Amanece en pleno vuelo. Escucho murmullos. Son los religiosos rezando y poniéndose los tefilín, una ceremonia judía que consiste en colocarse dos cajas con cintas de cuero alrededor de los brazos y de la cabeza. Dos de ellos lo hacen perfecto. El tercero, algo sospechoso, se empieza a enredar y, sin querer, se va acogotando con las correas. El tipo se pone azul y se desmaya. Trato de ayudarlo. Se le sale la barba. ¡Es Aníbal Fernández! Rápidamente le desenrosco los tefilín y le hago masajes cardiorespiratorios. No reacciona. Uno de los religiosos le corre el bigote, mientras el otro le hace respiración boca a boca. Las barbas y los peyes enrulados del ortodoxo comienzan a enredarse peligrosamente con el multipremiado tegobi kirchnerista. Saco una foto. Es un momento único en la historia de la cultura judeocristiana. Al rato, el jefe de Gabinete se repone. No entiendo qué hace de polizonte en el avión. "Querían que me quede a vigilar a los senadores, pero yo este viaje no me lo pierdo por nada del mundo". Me alegré. Es el más jodón del gobierno.

Llegamos. La Compañera Jefa sube a una limusina rumbo al Hotel Four Seasons. El resto nos vamos en varios taxis al Jumeriah Essex House sobre el Central Park. ¡Justo donde tiene su derpa María Julia! Increíble. Dios los cría y ellos se juntan. Es un hotel más tobara. Lógico, con el déficit fiscal que tenemos, no estamos para living la vida loca. Además, con todos los canales y radios que nos vamos a comprar el mes que viene, mejor que vayamos ahorrando.

Capitanich se adelanta con el primer taxi y le enchufamos todas las valijas. Los demás tomamos otro taxi que, de milagro, conseguimos media hora después. Llegamos al Essex. Tomamos el ascensor. Al abrirse en el piso 10, el espectáculo es dantesco. El gobernador de Chaco está junto al cadáver desnudo de una mujer que tenía un cuchillo atravesado en el cuello. Aníbal me murmura: "Yo sabía que éste iba a terminar asesinando a la jermu". Rossi agrega: "Si la mía fuera así, yo también la hubiera acuchillado". Llega la policía y se llevan al gobernador esposado. Al rato nos enteramos de que no se trata de la Compañera Dengue, sino de la presidenta de una firma inmobiliaria de Dubai llamada Andree Biejani, de 44 años. Capitanich no tiene nada que ver, pero andá a explicárselo a la policía neoyorkina. Aníbal me guiña un ojo y nos escapamos al Four Seasons. Bajo un sol que raja la tierra, corre por Park Avenue arrastrando las túnicas negras. No le quedan mal. Al entrar al hotel, el botones lo saluda: "Shalom, shalom". Lo consuelo: "Peor sería que te vieran así, corriendo por Quilmes". Aparece la Presidenta. Le cuentan lo del asesinato. Ella se emociona: "¿Quiere decir que vamos a salir en CSI New York?" Le explican que eso es una serie, que no les va a interesar el tema y que, además, tiene tres versiones: CSI Las Vegas, CSI Miami y CSI New York. "Basuras. Llamen a Néstor para que agregue algo en la nueva ley que termine con el monopolio CSI", y parte a reunirse con Joseph Stiglitz. No hay tiempo para cambiarse. Corremos buscando un taxi. El calor de NY es durísimo. Entre el tegobi y su atuendo, Aníbal ya no puede ni respirar. Se me desmaya otra vez. Pido una ambulancia. Llega un camión policial. Subimos. Al lado nuestro está el cadáver de Andree Beijani y su presunto asesino chaqueño. Lindo arranque.

Día 2. La Compañera Jefa habla en la Universidad de Columbia. Como yo hice el Master ahí, aprovecho para saludar a viejos profesores, entre ellos una arquitecta israelí que flashea cuando lo ve a Aníbal (siempre camuflado porque si la Jefa descubre que no está rosqueando en el Senado, lo mata). La israelí es atractiva, pero anda en los 65 pirulos. Nos sigue. En la calle, el New York Times anuncia las liquidaciones de Chanel. Cristina manotea un ejemplar: "Algún regalito le tengo que llevar a Néstor". Todos sabemos que ahí sólo venden cosas de mujer, pero nadie se anima a abrir la boca. Almorzamos en una cantina italiana del Morningside Drive. Como la comida no es kosher, al jefe de Gabinete no le sirven nada. Tarde libre. Chanel feliz.

Día 3. Peligro. Vamos a la Clinton Fundation. El Compañero Bill es rápido y ya le había echado el ojo a la Jefa, cuando vino a Buenos Aires. Suena mi celu. Es Néstor: "Cuidámela o te cago a trompadas". Mejor ni le cuento que mañana vamos a estar con Berlusconi. Suena el celu de la Jefa. Es Pichetto para decir que la cosa en el Senado se complica. Ella sonríe y contesta: "Resolvémelo o te cago a trompadas". Es una pareja tan dulce que a veces me enternecen. Al volver al hotel, nos esperan los bonistas a los gritos: "¡Devuelvan la guita!". "¡Vendan algo que les sobre y garpen!". Díaz Bancalari propone: "Si se trata de vender algo que nos sobre, podríamos vender pobres". La cartera que se acababa de comprar la Presi, vuela contra la trucha del diputado bonaerense. Vuelve a llamar Pichetto. "El problema ahora es el senador Jenefes". Cristina se enfurece: "Si rompe mucho las pelotas, prometele Radio Continental". Están todos muy nerviosos. Me voy a caminar por Manhattan. En un deli de la 47, descubro a Aníbal practicando danzas hebreas con la arquitecta de Columbia.

Día 4. Milagro. La embajada consiguió un almuerzo con Obama. Llegamos. No es a solas, sino con un montón de presidentes. Algo es algo. De pronto, el Compañero Barack se acerca a la Compañera Jefa. Por fin, el tan ansiado encuentro bilateral. Ella lo mira. Él la mira y, botella en mano, pronuncia la frase que sintetiza el interés de la Casa Blanca por el proceso político argentino: "¿Con gas o sin gas?". No hay tiempo para el postre. Salimos para las Naciones Unidas. Gran discurso de la Jefa y enérgico reclamo a Irán. Brillante, lo mejor del viaje. Me emociona. Así es el kirchnerismo: un ratito te entusiasman, y después los querés matar.

Día 5. Hoy vuelan todos a Pittsburg, a la reunión del G20. Conmigo no cuenten. Sólo los acompaño al aeropuerto y de paso engancho mi vuelo de regreso. Antes de salir, voy a visitar a Capitanich a una cárcel en el Bronx. Está desolado: "Siempre pensé que podía terminar preso. Pero nunca por esto". Se acercan unos negros grandotes: "¿Vos venís de Chaco? Acá te vamos a enseñar lo que es el Dengue Dengue". Me rajo al aeropuerto. Aparece Díaz Bancalari, desesperado: "¡En el Essex House nos confiscaron el equipaje! Parece que María Julia no garpa las expensas desde que Menem se bajó del ballotage en 2003". En la sala de embarque del Tango 01 reparten el diario El Austral" de Rudy Ulloa. Rossi pregunta: "¿No tenés Clarín o Nación?". Del carterazo de Cristina sólo se escuchó el zumbido en el aire y el golpe seco sobre la cara del diputado. Yo tomo mi vuelo a Buenos Aires. Ellos, parten a Pittsburg. Una lágrima corre por la mejilla de la arquitecta israelí.

Día 6. Ezeiza. Me entero que la delegación ya está en la Isla Margarita para la reunión del Unasur-África. Los esperan Chávez y Kadhafi. Linda combineta (después pretenden que nos reciba Obama y además nos presten plata). Sé que oficiales venezolanos y libios se acercaron a Aníbal y lo invitaron a pasar a un reservado. No sé si lo volveremos a ver.

Me cuesta llegar a casa. Hay cortes en la ciudad, en la Panamericana. Mucha ofuscación en el Congreso. Mucho nervio en todos lados. Encima, esta gira me dejó un poco tenso. Evidentemente, ni el kirchnerismo ni sus viajes, son lo que eran."

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